Desde siempre me han gustado los cementerios. Y es que los muertos no tienen esa imperiosa necesidad de pronunciarse aunque no tengan nada que decir. Pero en ocasiones les entran ganas de hablar y entonces se convierten en fantasmas o fantoches, igual da. Seguramente, si hoy se ultrajaran las tumbas, encontraríamos que la mayoría de los cementerios han sufrido un éxodo masivo de cadáveres hacia las ciudades que, cada vez más, son habitadas por oradores traslúcidos. Y si te fijas, si levantas los bajos de sus pantalones, descubrirás que llevan una pequeña argolla sujeta al tobillo de la que pende una pesada cadena. Y cuanto más larga es, cuantos más eslabones tenga ésta, más serán las fantasmadas que van dejando a su paso.
Bueno sería que alguien se dedicara a repoblar las áreas del descanso eterno.
Con la mayor de mis indiferencias,
M.
sábado, 22 de noviembre de 2008
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5 comentarios:
Muy chulo
muy duro
¿mal humor
o convicción pura y dura?
A ver si nos damos los cinco minutos que nos debemos...a una hora que no sea las 7:00 AM
Tengo el blog un tanto abandonado, no consigo escribir nada de nada, pero me ha alegrado verte aquí de nuevo
Ambas cosas... creo que esta vez el mal humor reafirma mis convicciones.
Ya estaba echándote de menos
demasiada muerte no...
a mi los cementerios me dan respeto
republica libertaria de las tortugas
Es que yo siempre fui bastante macabra y un poco rarita... A ver si tengo un ratillo libre y echo un vistazo a tu página.
Gracias por pasarte por aquí!!
Yo esperando que me contestaras en mi blog y resulta que la respuesta estaba en el tuyo... serán las navidades, que me inspiran ;)
¿Dónde te metes?
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