miércoles, 7 de octubre de 2009

Arriando banderas

Voy contándote mis dudas de a poco, calculando el tono de mis palabras y los gestos de mi cuerpo con la precisión de un experto relojero suizo. Voy confesándote mis temores porque quiero llegar a algún punto lejos de donde estamos ahora, de donde siempre estuvimos. No me preguntes dónde se encuentra ese paraíso emocional de sincera espontaneidad y confidencias íntimas porque no tengo ni la más remota idea. Sólo sé que ya me cansé de esta verborrea que venimos manteniendo desde hace demasiado tiempo.

Estoy nerviosa. Entiéndelo, es la primera vez. Apoyados en la barra del bar, voy contándote. En una mano, la tercera o cuarta cerveza del sábado por la noche y en la otra, esta caprichosa afición mía de querer hacer un doble salto mortal hacia atrás y aterrizar en tu cuello cada vez que nos vemos. Pero me quedo quieta, porque quiero avanzar contigo y porque fantaseo a diario con este viaje iniciático en el que estoy embarcada con él. Te cuento mis miedos mientras intento convencerme a mí misma de que esta nueva realidad distanciada es lo mejor que podía pasarme: yo aquí, él allá. Después de tanto tiempo correteando por el monte, una estrecha relación vecinal no hubiese sido la mejor solución y, sin embargo, soy consciente de que esto no me ayudará a superar la tendencia que tengo a encaramar a mis amantes arriba de un pino.

Me das tu opinión sobre el tema: bueno, déjate llevar… (¿¿¿!!!!???) Aparto la mirada intentando esconder mi total y absoluta estupefacción y me pregunto si nos conocemos de algo, si tu cabeza llegó a procesar mis palabras alguna vez o si en todo este tiempo escuchabas a la vecina del quinto… Respuesta equivocada. Sin duda, un: “pisa el freno, aparca tu imaginación y tómatelo con calma”, hubiese sido lo más correcto. Hasta habría aceptado un encogimiento de hombros acompañado de un sencillo: no sé, no contesto.

Borrón y cuenta nueva.

Mejor seguir amarrados a la barra del bar y abandonar esa absurda idea del paraíso idílico fraternal que, a tu lado, es un mero espejismo utópico. Dejemos las charlas sentimentales y existencialistas para otros.

No hay comentarios: