miércoles, 18 de marzo de 2009

Nuevas sensaciones

Ayer sufrí mi primer ataque de pánico. Me sorprendió en plena calle, entre excavadoras excavando, bocinas bocinando, perros ladrando y niños llorando; en definitiva, en medio del caos urbanístico de Madrid. No sé cómo pude contenerme y no me cargué a nadie, pero de haber tenido un coche ni lo habría dudado: volantazo a la derecha, invasión de la acera y algunos peatones y mi angustia volando por encima del capó. Por lo menos dos o tres. Pero claro, no conduzco, ni siquiera tengo carné, y por eso he terminado en esta sala de urgencias amarrada a un gotero y con mis absurdas desgracias a la intemperie, porque no poseo un vehículo motorizado.

Ayer salí a pasear porque hacía sol, porque cuando camino puedo pensar tranquilamente y porque no tenía absolutamente nada que hacer. Sin embargo, por razones que desconozco y que habrá de explicarme mi psicólogo, lo que debía haber sido una estupenda tarde primaveral acabó convirtiéndose en una aversión irrefrenable hacia todo bicho viviente. No creáis que no intenté calmarme antes de que me diera el susodicho tabardillo. Me detuve en una plaza y realicé ejercicios de relajación, me abalancé sobre la primera librería que encontré a mi paso e incluso me metí en una iglesia... pero al cruzar la calle un desconocido civilizado me pitó con el claxon y no se me ocurrió otra cosa que pararme en medio del paso de cebra y ponerme a gritar. Grité todo lo que mis pulmones de fumadora social y asocial me permitieron. Grité, y al terminar planté el culo en plena Gran Vía y me puse a llorar. Debí dar un fabuloso espectáculo porque la ambulancia y la policía se presentaron a los diez minutos.

Ahora estoy aquí, tan feliz y tan tranquila, con mi nuevo mejor amigo el señor gotero, que hace que de mi boca aflore esta sonrisa de anuncio de dentífrico. Estoy aquí, tumbada, pensando en cómo salir sin levantar sospechas. Hace mucho tiempo que no piso un hospital, así que espero que no se les haya ocurrido la brillante idea de instalar frente a las puertas automáticas algún tipo de maquinita detectora de fármacos. Estoy segura de que cualquier abogado de oficio preferirá que haya reemplazado el carné de conducir por un bolso repleto de ansiolíticos.

No hay comentarios: