martes, 20 de enero de 2009
Ladridos de una infancia
Creció entre sábanas de esparto y manos desnudas que no conocieron el suave tacto aterciopelado de unos guantes. Con tanto discurso atronador no daban ganas de quedarse en la cama. Ni siquiera los domingos. A veces se escapaba de noche, cerrando la ventana con cuidado y volvía horas después con todo el sigilo que sus pies alcoholizados le permitían. Intentaba pasar desapercibido, pero de vez en cuando, ella rompía el silencio para subirse a una silla a enseñar sus vergüenzas. Él la observaba, pequeñito desde su esquina preferida y soñaba con que ella dejara de levantarse la falda. Tiempo después pensó que ojala él también se hubiera atrevido a bajarse los pantalones... de haber gritado juntos, quizás hubieran recibido más abrazos.
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