Carlos nunca ha dado muestras de su optimismo ni tampoco de su fe en la posibilidad del cambio. Discreto y prudente, imagino que ha guardado el secreto de sus creencias a la espera de que se revelara el milagro manifiesto. Y es que como suele ocurrir con estas cosas, la procesión va por dentro.
A Carlos le encanta cocinar y por ende ir al mercado de abastos del barrio. Nunca hace una lista de la compra por miedo a que sus expectativas no se cumplan; y además se conforma con las opciones que le ofrecen los dependientes de los puestos en lugar de comprar lo que quiere. Así que se ha pasado la vida comiendo manzanas Golden, esas amarillas tan sosas, cuando en realidad prefiere las de variedad Smith, verdes y ácidas. Y lo mismo le ocurría con los tomates, las patatas y las lechugas. Su frigorífico se convirtió en un almacén de frustraciones recubiertas de moho. Tras años de fallidos intentos de modificar su conducta, como amiga suya que soy y que por tanto da consejos inútiles aunque no se los pidan, le recomendé que empezara a comer fuera de casa. Pero como os he dicho, Carlos cree en el cambio. Tiene esperanzas. Y yo también: y es que por vez primera le he visto salir del mercado con las bolsas vacías.
lunes, 12 de enero de 2009
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1 comentario:
I believe!!
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