viernes, 16 de enero de 2009

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La noticia apareció en las portadas de los principales medios de difusión nacionales e internacionales. Y no era para menos. A sus 60 años, José Antonio de las Heras, considerado uno de los empresarios más prósperos e influyentes del país, había donado la totalidad de sus compañías a diversas asociaciones independientes de países en desarrollo.

Nacido en el seno de una familia de clase baja, “El hombre que se hizo a sí mismo”, tal como se le conoce en el ámbito corporativista, nunca tuvo oportunidad de recibir una educación, hecho del que solía vanagloriarse. Su biografía profesional fue objeto de estudio por numerosos economistas y sus técnicas comerciales se enseñaban en las principales universidades. Ejemplo a seguir para las nuevas generaciones, levantó un gran imperio basado en ideas revolucionarias de libre mercado que le reportaron enormes beneficios en tiempo récord. Su amistad con grandes personalidades del mundo político le permitió dirigir con mano de hierro y disciplina prusiana al colectivo sindical, que le tachó de opresor corrupto, despótico y autocrático.

“Nos encontramos ante un acontecimiento sin precedentes; una reconversión propia de una revelación divina”.

Se ha abierto todo un debate acerca de las causas que han podido inducir al próspero y poderoso magnate a cometer una excentricidad semejante. Sus hijos no han descartado emprender acciones legales contra lo que consideran se trata de un evidente caso de enajenación mental: “Es sencillamente inaceptable. Una persona en su sano juicio no actúa en contra del bienestar de su propia sangre”. Horas después de hacerse pública la noticia, la familia contactó con el doctor Cameron, ilustre eminencia de la psiquiatría moderna, para declararle incompetente.

El empresario ya fue noticia hace unos meses por su reciente matrimonio con Margarita Ríos, historiadora y conocida activista de diversas organizaciones. Varios miembros de su gabinete manifestaron que, tras la ceremonia, comenzó a actuar de forma extraña: “La influencia perniciosa que ha ejercido sobre él es innegable por lo que, de confirmarse su indiscutible desequilibrio mental, nos encargaremos de que recaiga sobre ella todo el peso de la ley”.

Les remitimos a continuación la única declaración que se ha podido obtener del ya ex-empresario. Juzguen ustedes mismos: “Estaba ciego y ahora leo”.

1 comentario:

Yoyó dijo...

La normalidad anomala, como la vida misma. save your ass! :P (a lo que hemos llegado)