Y tal como vino se fue.
(Solución: LCOTUAORTNO)
Demasiado café.
Demasiados anónimos.
Demasiadas reflexiones de usar y tirar.
¿Si aflojo un poco las ojeras y dejo de rascarme según me pica, volverás?
Venga... di que sí!!
sábado, 28 de febrero de 2009
lunes, 23 de febrero de 2009
Mamá, quiero ser artista - (Primera parte)
Cómo acabé inmersa en esta pantomima circense es algo que, a día de hoy, aún no tengo muy claro. Yo juraría que todo empezó siendo un ingenuo juego de niños pero, en algún momento durante la madrugada, la inocencia se me escapó de las manos y salió corriendo. Supuse que la muy boba andaría jugando al escondite entre las fauces de alguna de las fieras (siempre le gustó el sabor de un buen chute de adrenalina), así que fui a buscarla creyéndome que en este espectáculo yo formaba parte de la cuadrilla de las domadoras. Sin embargo, al cerrar las rejas de la jaula advertí que, en realidad, los del circo me habían tomado por una marioneta y tuve que enfrentarme a las bestias completamente indefensa, sin látigo. Al no tener a nadie que moviera los hilos que me habían colocado alrededor de mis extremidades, el público creyó que acabaría despedazada al primer mordisco...
(Continuará)
(Continuará)
miércoles, 18 de febrero de 2009
Bon apetit!
Para los que alguna vez se han preguntado qué es lo que se cuece dentro de una sopa de letras:
http://www.youtube.com/watch?v=XnMOLZJnCt8
No me extraña que Mafalda saliera corriendo en cuanto veía el plato encima de la mesa.
http://www.youtube.com/watch?v=XnMOLZJnCt8
No me extraña que Mafalda saliera corriendo en cuanto veía el plato encima de la mesa.
lunes, 16 de febrero de 2009
Fiesta de disfraces
Sonríe cuando me ve aparecer. Le devuelvo la sonrisa, amplia pero fingida, porque su "amistad" me viene de rebote y hay que mantener las formas, que para eso somos gente civilizada. Proclama a los cuatro vientos su pasión por esta religión del siglo XXI que comprende, acepta y respeta la naturaleza cornuda de las vacas. Ignoro si va a misa o si comulga los domingos así que, por las dudas, yo me limito a asentir con la cabeza; en estas cuestiones la lengua se me enreda y no soy la más indicada para abrir la caja de Pandora. Está claro que el amor y la infidelidad nada tienen que ver con coger el transporte público de vez en cuando, pero si algún día coincidimos en este autobús, lo más probable es que no te levantes para cederme el asiento.
Antípodas
Y al regresar de tan lejos descubrieron que la porcelana estaba toda rota y que no existía pegamento alguno que uniera los pedazos de nuevo. Enterraron la cristalería en la parte trasera de la casa, rezaron unas oraciones por cada uno de los momentos felices que les había brindado y lloraron un ratito abrazados. Volvieron a verse meses más tarde comprando una vajilla nueva y esta vez, al recordar, también hubo abrazos pero ni una lágrima.
jueves, 12 de febrero de 2009
Dualidades
Julián abrió el periódico por la página de los pasatiempos y se dispuso a completar el autodefinido como cada fin de semana.
Horizontal, nueve letras: Antónimo de triunfador.
Ni siquiera tenía que pensarlo, le bastaba con echar un vistazo a su imagen en el espejo para hallar la respuesta. Acto seguido sacó un bolígrafo de su bolsillo y con aparente desgana escribió en mayúsculas: FRACASADO.
A sus cincuenta años no sabía muy bien cómo había acabado sentado en la mesa de aquella cafetería cada día. Echó la vista atrás y se le apareció un chico sonriente e ilusionado con un proyecto de vida apasionante, con un futuro repleto de éxitos y palmaditas en la espalda. Sin embargo ahora, lo único que quedaba de aquella promesa era una réplica absurda y decadente con las manos agrietadas y demasiadas deudas pendientes. Sin apenas darse cuenta, sus sueños de juventud habían pasado a ser exclusivamente eso, sueños que la frustración había transformado en pesadillas que ya no saldrían de entre las sábanas.
Repasaba con tinta las letras de aquella patética palabra y cada trazo actuaba como una descarga eléctrica. La repulsión que sentía hacía sí mismo crecía a cada segundo, insoportable, y tuvo que aferrarse a la silla para no vomitar. A punto estaba de romper a llorar cuando se detuvo un momento en la definición del autodefinido: Antónimo de triunfador, antónimo de triunfador, antónimo de, antónimo… y entonces lo vio. Poco a poco se fue calmando. Fueron desapareciendo los sudores fríos y la palidez de su rostro. Ante sus ojos se le aparecía la verdadera causa de su desgracia. Y es que el éxito de su vida no dependía de él. Estaba abocado al fracaso desde el principio.
Pensó en la dualidad, en el hecho de que cualquier realidad debe su existencia a otra que le es contraria, que refuerza e invalida su esencia al mismo tiempo. La visibilidad de la luz frente a la oscuridad, el concepto de la vida gracias a la existencia de la muerte... Y Julián era un pobre miserable porque en algún lugar existía otro Julián que no lo era. Un doble opuesto que vivía feliz, que tenía éxito profesional y una casa más grande, un coche más grande, una polla más grande. Aquel tipo se follaba a su mujer cada noche hasta tres y cuatro veces en distintos lugares y posturas. Aquel ladrón había viajado por medio mundo cuando él debía conformarse con alguna salida de fin de semana al campo. Y mientras él sentía la constante opresión de una ceñida camisa de fuerza, su antagónico disfrutaba de una libertad que debía ser compartida. ¡Se la habían jugado bien! Le habían condenado a conformarse con las migajas que Julián despreciaba. Ese hijo de puta sin escrúpulos le había dejado sin posibilidad alguna de ser feliz y dormía a pierna suelta cada noche sin pagar los intereses.
Entonces, en esa misma silla donde minutos antes se había sentido culpable por haberse conformado, decidió poner fin a toda esa basura. Lo único que tenía que hacer era concentrar sus esfuerzos en una tarea que sin duda tenía mucho más sentido: buscar a ese cabrón y recuperar a la fuerza todo lo que por derecho le pertenecía. Le propinaría tal paliza que se le quitarían las ganas de robarle de nuevo. Se levantaría de inmediato, ya mismo, no tardaría ni un minuto más... ¡a por él! Aunque, por otro lado, tampoco era cuestión de marcharse con el autodefinido sin acabar... Julián hizo una seña al camarareo y pidió, como de costumbre, su segundo café del día.
Horizontal, nueve letras: Antónimo de triunfador.
Ni siquiera tenía que pensarlo, le bastaba con echar un vistazo a su imagen en el espejo para hallar la respuesta. Acto seguido sacó un bolígrafo de su bolsillo y con aparente desgana escribió en mayúsculas: FRACASADO.
A sus cincuenta años no sabía muy bien cómo había acabado sentado en la mesa de aquella cafetería cada día. Echó la vista atrás y se le apareció un chico sonriente e ilusionado con un proyecto de vida apasionante, con un futuro repleto de éxitos y palmaditas en la espalda. Sin embargo ahora, lo único que quedaba de aquella promesa era una réplica absurda y decadente con las manos agrietadas y demasiadas deudas pendientes. Sin apenas darse cuenta, sus sueños de juventud habían pasado a ser exclusivamente eso, sueños que la frustración había transformado en pesadillas que ya no saldrían de entre las sábanas.
Repasaba con tinta las letras de aquella patética palabra y cada trazo actuaba como una descarga eléctrica. La repulsión que sentía hacía sí mismo crecía a cada segundo, insoportable, y tuvo que aferrarse a la silla para no vomitar. A punto estaba de romper a llorar cuando se detuvo un momento en la definición del autodefinido: Antónimo de triunfador, antónimo de triunfador, antónimo de, antónimo… y entonces lo vio. Poco a poco se fue calmando. Fueron desapareciendo los sudores fríos y la palidez de su rostro. Ante sus ojos se le aparecía la verdadera causa de su desgracia. Y es que el éxito de su vida no dependía de él. Estaba abocado al fracaso desde el principio.
Pensó en la dualidad, en el hecho de que cualquier realidad debe su existencia a otra que le es contraria, que refuerza e invalida su esencia al mismo tiempo. La visibilidad de la luz frente a la oscuridad, el concepto de la vida gracias a la existencia de la muerte... Y Julián era un pobre miserable porque en algún lugar existía otro Julián que no lo era. Un doble opuesto que vivía feliz, que tenía éxito profesional y una casa más grande, un coche más grande, una polla más grande. Aquel tipo se follaba a su mujer cada noche hasta tres y cuatro veces en distintos lugares y posturas. Aquel ladrón había viajado por medio mundo cuando él debía conformarse con alguna salida de fin de semana al campo. Y mientras él sentía la constante opresión de una ceñida camisa de fuerza, su antagónico disfrutaba de una libertad que debía ser compartida. ¡Se la habían jugado bien! Le habían condenado a conformarse con las migajas que Julián despreciaba. Ese hijo de puta sin escrúpulos le había dejado sin posibilidad alguna de ser feliz y dormía a pierna suelta cada noche sin pagar los intereses.
Entonces, en esa misma silla donde minutos antes se había sentido culpable por haberse conformado, decidió poner fin a toda esa basura. Lo único que tenía que hacer era concentrar sus esfuerzos en una tarea que sin duda tenía mucho más sentido: buscar a ese cabrón y recuperar a la fuerza todo lo que por derecho le pertenecía. Le propinaría tal paliza que se le quitarían las ganas de robarle de nuevo. Se levantaría de inmediato, ya mismo, no tardaría ni un minuto más... ¡a por él! Aunque, por otro lado, tampoco era cuestión de marcharse con el autodefinido sin acabar... Julián hizo una seña al camarareo y pidió, como de costumbre, su segundo café del día.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Se busca
Nunca quise dedicarme a la medicina profesionalmente, pero siempre me gustó jugar a los doctores. Aún hoy, no sé cómo te enteraste de mis aficiones cuando apenas nos conocíamos y a estas alturas no creo que lo averigüe ya. Tampoco importa.
Recuerdo que te acercaste sonriendo con cierto descaro, sin preguntar siquiera si mi cintura estaba libre y me tendiste un pequeño paquete sin lazos ni tarjeta de felicitación. Era mi cumpleaños. Me habían regalado una flor carnívora, bombones rellenos de café amargo y un libro que nada tenía que ver conmigo. Fue toda una sorpresa abrir tu cajita y encontrarme un pequeño bisturí, precioso y excitante. Perfecto. Aquella noche decidimos probar su filo y en el mismo instante en que un trozo de tu cerebro se desparramaba por la herida abierta me enamoré de ti. Vivimos tristemente felices durante unos segundos y después desapareciste alegando locura transitoria por una extranjera de pelo rojo. Anduve un tiempo buscando desesperadamente el tinte correcto para que volvieras, pero no fui capaz de encontrar uno de mi talla y acabé vagabundeando con los brazos teñidos de azul y las piernas color verde limón. Recorriendo las calles encontré palabras tuyas pronunciadas por labios ajenos, pero las disecciones nocturnas se reducían a meros cortes superficiales... y es que los sujetos corrían a taponar la herida en cuanto veían una gota de sangre.
Viéndome incapaz de hallar un cráneo que satisficiera mi particular modo de ver las artes amatorias, decidí que lo mejor que podía hacer era emplear mi querido instrumento para extirparme el lóbulo frontal. O eso, o me hacía monja hasta nuevo aviso. Y teniendo en cuenta lo caro que está el mercado inmobiliario en estos días, un cuartito en un convento con régimen de media pensión se me antoja la mejor opción posible.
Recuerdo que te acercaste sonriendo con cierto descaro, sin preguntar siquiera si mi cintura estaba libre y me tendiste un pequeño paquete sin lazos ni tarjeta de felicitación. Era mi cumpleaños. Me habían regalado una flor carnívora, bombones rellenos de café amargo y un libro que nada tenía que ver conmigo. Fue toda una sorpresa abrir tu cajita y encontrarme un pequeño bisturí, precioso y excitante. Perfecto. Aquella noche decidimos probar su filo y en el mismo instante en que un trozo de tu cerebro se desparramaba por la herida abierta me enamoré de ti. Vivimos tristemente felices durante unos segundos y después desapareciste alegando locura transitoria por una extranjera de pelo rojo. Anduve un tiempo buscando desesperadamente el tinte correcto para que volvieras, pero no fui capaz de encontrar uno de mi talla y acabé vagabundeando con los brazos teñidos de azul y las piernas color verde limón. Recorriendo las calles encontré palabras tuyas pronunciadas por labios ajenos, pero las disecciones nocturnas se reducían a meros cortes superficiales... y es que los sujetos corrían a taponar la herida en cuanto veían una gota de sangre.
Viéndome incapaz de hallar un cráneo que satisficiera mi particular modo de ver las artes amatorias, decidí que lo mejor que podía hacer era emplear mi querido instrumento para extirparme el lóbulo frontal. O eso, o me hacía monja hasta nuevo aviso. Y teniendo en cuenta lo caro que está el mercado inmobiliario en estos días, un cuartito en un convento con régimen de media pensión se me antoja la mejor opción posible.
lunes, 9 de febrero de 2009
Evacuación
¡Qué alivio esta mañana al tirar de la cadena! Ya creía que iba a tener que llamar al fontanero para que me arreglara las tuberías, pero ni siquiera he tenido que recurrir a la escobilla para evitar que abrieras la boca. Te dije adiós en silencio y sin remordimientos. Aunque he de reconocer que no he podido evitar sonreír mientras el agua te arrastraba por el desagüe de mi inodoro.
martes, 3 de febrero de 2009
Ultimátum
Este invierno está enfermo. Llevo ya muchos años paseando por el barrio y nunca lo vi así de pálido. Tiritando todo el tiempo y venga a llorar… Dice que no tiene ganas de hablar; y tal vez sea mejor así, porque cada vez que abre la boca es para soltar improperios en forma de cubitos de hielo. Ayer intenté razonar con él pero creo que no ha servido de nada y es que lo único que me dijo fue que bajara a comprarle otro paquete de kleenex, que todavía le quedan mocos para un rato largo…
“Mira, no se puede ser tan terco, así no vas a hacer amigos. Seguro que algunos lo estarán pasando de miedo bajo las mantas, pero otros preferimos andar por la calle haciendo el cabra sin más abrigo que una minúscula hoja de parra entre las piernas. Te doy un mes, pasado ese tiempo, no te sorprendas si aún siendo atea me encuentras arrodillada a los pies de la cama rezando para que la diosa Primavera te eche a patadas de mi casa.”
“Mira, no se puede ser tan terco, así no vas a hacer amigos. Seguro que algunos lo estarán pasando de miedo bajo las mantas, pero otros preferimos andar por la calle haciendo el cabra sin más abrigo que una minúscula hoja de parra entre las piernas. Te doy un mes, pasado ese tiempo, no te sorprendas si aún siendo atea me encuentras arrodillada a los pies de la cama rezando para que la diosa Primavera te eche a patadas de mi casa.”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)