Este invierno está enfermo. Llevo ya muchos años paseando por el barrio y nunca lo vi así de pálido. Tiritando todo el tiempo y venga a llorar… Dice que no tiene ganas de hablar; y tal vez sea mejor así, porque cada vez que abre la boca es para soltar improperios en forma de cubitos de hielo. Ayer intenté razonar con él pero creo que no ha servido de nada y es que lo único que me dijo fue que bajara a comprarle otro paquete de kleenex, que todavía le quedan mocos para un rato largo…
“Mira, no se puede ser tan terco, así no vas a hacer amigos. Seguro que algunos lo estarán pasando de miedo bajo las mantas, pero otros preferimos andar por la calle haciendo el cabra sin más abrigo que una minúscula hoja de parra entre las piernas. Te doy un mes, pasado ese tiempo, no te sorprendas si aún siendo atea me encuentras arrodillada a los pies de la cama rezando para que la diosa Primavera te eche a patadas de mi casa.”
martes, 3 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario