miércoles, 11 de febrero de 2009

Se busca

Nunca quise dedicarme a la medicina profesionalmente, pero siempre me gustó jugar a los doctores. Aún hoy, no sé cómo te enteraste de mis aficiones cuando apenas nos conocíamos y a estas alturas no creo que lo averigüe ya. Tampoco importa.

Recuerdo que te acercaste sonriendo con cierto descaro, sin preguntar siquiera si mi cintura estaba libre y me tendiste un pequeño paquete sin lazos ni tarjeta de felicitación. Era mi cumpleaños. Me habían regalado una flor carnívora, bombones rellenos de café amargo y un libro que nada tenía que ver conmigo. Fue toda una sorpresa abrir tu cajita y encontrarme un pequeño bisturí, precioso y excitante. Perfecto. Aquella noche decidimos probar su filo y en el mismo instante en que un trozo de tu cerebro se desparramaba por la herida abierta me enamoré de ti. Vivimos tristemente felices durante unos segundos y después desapareciste alegando locura transitoria por una extranjera de pelo rojo. Anduve un tiempo buscando desesperadamente el tinte correcto para que volvieras, pero no fui capaz de encontrar uno de mi talla y acabé vagabundeando con los brazos teñidos de azul y las piernas color verde limón. Recorriendo las calles encontré palabras tuyas pronunciadas por labios ajenos, pero las disecciones nocturnas se reducían a meros cortes superficiales... y es que los sujetos corrían a taponar la herida en cuanto veían una gota de sangre.

Viéndome incapaz de hallar un cráneo que satisficiera mi particular modo de ver las artes amatorias, decidí que lo mejor que podía hacer era emplear mi querido instrumento para extirparme el lóbulo frontal. O eso, o me hacía monja hasta nuevo aviso. Y teniendo en cuenta lo caro que está el mercado inmobiliario en estos días, un cuartito en un convento con régimen de media pensión se me antoja la mejor opción posible.

2 comentarios:

P. dijo...

Buenas España, se nota una cierta ironia y descaro en tus escritos antes de que te fueras y luego de tu regreso..
Es que te hemos contaminado? Eso tiene America, uno deja espejitos pero te llevas su reflejo..
Un placer tomar mi café con tus relatos a medio cocer.
Besos
P.

Mirabel dijo...

Querido Sur,
¿Que si me habéis contaminado? Puedes estar seguro de que sí. A ver dónde voy yo ahora con tanto equipaje... Espero que esa ironía y descaro que has observado sean para bien.
Tengo algo para ti, a ver si te lo envío. Gracias por dejar tu comentario.
Un abrazo enorme,
M.