De pequeña, mi madre siempre quiso que yo aprendiera a coser. Se empeñó en enseñarme, pero yo era un poco torpe y las manos me sudaban constantemente. Era incapaz de hacer que la aguja traspasara la tela y ésta se me resbalaba por entre los dedos. Así que al poco tiempo, los hilos y el dedal acabaron cubiertos de polvo en un cajón.
Ahora que soy mayorcita busco a alguien que me enseñe a coser. Pero no a remendar camisas o botones… Yo lo que quiero es zurcir un bolsillito dentro de mi boca. Justo debajo de la lengua. Tengo ahí un espacio inútil y vacío que quiero llenar con los besos densos que últimamente vengo recibiendo. Es un sitio perfecto, húmedo y de fácil acceso. Así, cuando te hayas ido, cuando esté sola, podré sacarlos para seguir besándote siempre que quiera.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario