martes, 30 de septiembre de 2008

Cuento número 4

Siempre fue un chico flaco. Enclenque. De esos con patillas en lugar de piernas. El hazmerreír del patio del colegio y blanco de las miradas cuando le llevaba al parque. No era muy alto, pero tampoco bajo. De estatura media, como suele decirse. Pero ocurre que, desde hace un tiempo, viene menguando. No sé exactamente cuándo empezó todo, pero el caso es que un día, al probarle los pantalones, me di cuenta de que los llevaba arrastrando. Y a la tercera vez que tuve que coserle los bajos de los vaqueros, decidí llevarle al médico. Nada más verle me preguntó por mi dieta. Siempre tuvo buen apetito, demasiado para su edad diría yo. Tras meses de análisis y viendo que no había ninguna anomalía en los resultados, el médico se rindió. Señora, su hijo está más sano que un manzano, eso fue lo que me dijo. No había explicación alguna para lo que le estaba sucediendo. Pero la realidad era que seguía encogiendo. Y cada vez más rápido. Y cuanto más empequeñecía más hambre tenía. Empezó a comer compulsivamente, a todas horas…no había forma de calmar su apetito y llegó un momento en que se pasaba los días enteros comiendo sin salir de casa. Hasta que un día, al despertar había mermado tanto que prácticamente no se le veía. Era casi tan pequeño como un alfiler. Lo tomé entre mis manos y lo coloqué cuidadosamente encima de la cama, pero me despisté un momento y le perdí. Empecé a buscarle como loca por todas partes. Le llamaba y le llamaba pero no había forma de encontrarle. Hasta que de repente le vi agarrado al cordón de la zapatilla. Asiéndose con fuerza intentaba trepar por mi tobillo. Movía los labios, pero no alcanzaba a oír lo que decía. Acerqué mi oído a su cuerpecito. Y me dijo entre susurros:

- Tengo hambre mamá.

- Pero no lo entiendo hijo, si te pasas los días enteros comiendo… ¿Cómo es posible?

- Porque en realidad, de lo que yo tengo hambre… es de abrazos.

2 comentarios:

ANA HIMES dijo...

Qué delicadeza de cuento, me ha encantado!!

Te he descubierto a través de Hilario y la verdad es que escribes muy bien, me encantan esos diálgos que creas...

Un beso

Mirabel dijo...

Muchas gracias Ana! Un placer conocerte. A ver si cuando vuelva de viaje, tengo tiempo de leerte.

Un beso!