miércoles, 9 de diciembre de 2009

Despertares

Suena un zumbido dentro de mi cabeza, lejano y molesto. Siempre avisa temprano, siempre antes de tiempo... Adelantado, como todos los relojes que alguna vez tuve. Agarro las mantas y, al arrullo de un gemido ininteligible, le doy la espalda al amanecer que se cuela por las rendijas de la persiana. Aspiro fuertemente los restos del sueño de la noche pasada aún reciente sobre la almohada y enseguida que uno de mis pies toca las gélidas lamas de madera, me arrastro como una autómata, somnolientamente hacia la cocina y preparo el desayuno: cafetera para una familia numerosa. Capacidad: ocho tazas, ni una menos. He aquí la primera de mis adicciones. Aún no me preocupa demasiado, aunque algún día lo hará, me quitará el sueño y tendré que aflojar. Me froto la cara pero no me pongo las gafas, no todavía. Me gusta verlo todo borroso y alargar así un poco más la noche. Llego al baño y tomo asiento en primera fila. Es posible que haga pis, o quizás no, pero siempre me miro los dedos de los pies... me entretiene verlos tamborilear en la alfombrilla. Justo antes de terminar mis ejercicios matutinos me visita el olor amargo y familiar del café. Vierto el brebaje pardo en una taza digna del papá oso de Ricitos de Oro. Sin leche ni azúcar. Americano para mí. Primera sonrisa del día. Enciendo el ordenador y cliqueo aquí y allá elaborando cuidadosamente una lista de reproducción que marcará el ritmo del día. Suena el primer tema y ahí viene, ya llega… la segunda sonrisa del día. Ahí empieza todo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Resumiendo


va a ser que un poquitito obsesionada con el tiempo sí que estoy...

miércoles, 7 de octubre de 2009

Arriando banderas

Voy contándote mis dudas de a poco, calculando el tono de mis palabras y los gestos de mi cuerpo con la precisión de un experto relojero suizo. Voy confesándote mis temores porque quiero llegar a algún punto lejos de donde estamos ahora, de donde siempre estuvimos. No me preguntes dónde se encuentra ese paraíso emocional de sincera espontaneidad y confidencias íntimas porque no tengo ni la más remota idea. Sólo sé que ya me cansé de esta verborrea que venimos manteniendo desde hace demasiado tiempo.

Estoy nerviosa. Entiéndelo, es la primera vez. Apoyados en la barra del bar, voy contándote. En una mano, la tercera o cuarta cerveza del sábado por la noche y en la otra, esta caprichosa afición mía de querer hacer un doble salto mortal hacia atrás y aterrizar en tu cuello cada vez que nos vemos. Pero me quedo quieta, porque quiero avanzar contigo y porque fantaseo a diario con este viaje iniciático en el que estoy embarcada con él. Te cuento mis miedos mientras intento convencerme a mí misma de que esta nueva realidad distanciada es lo mejor que podía pasarme: yo aquí, él allá. Después de tanto tiempo correteando por el monte, una estrecha relación vecinal no hubiese sido la mejor solución y, sin embargo, soy consciente de que esto no me ayudará a superar la tendencia que tengo a encaramar a mis amantes arriba de un pino.

Me das tu opinión sobre el tema: bueno, déjate llevar… (¿¿¿!!!!???) Aparto la mirada intentando esconder mi total y absoluta estupefacción y me pregunto si nos conocemos de algo, si tu cabeza llegó a procesar mis palabras alguna vez o si en todo este tiempo escuchabas a la vecina del quinto… Respuesta equivocada. Sin duda, un: “pisa el freno, aparca tu imaginación y tómatelo con calma”, hubiese sido lo más correcto. Hasta habría aceptado un encogimiento de hombros acompañado de un sencillo: no sé, no contesto.

Borrón y cuenta nueva.

Mejor seguir amarrados a la barra del bar y abandonar esa absurda idea del paraíso idílico fraternal que, a tu lado, es un mero espejismo utópico. Dejemos las charlas sentimentales y existencialistas para otros.

martes, 29 de septiembre de 2009

Terapia de choque

Vamos a ver. Analicemos la situación objetivamente y ante todo mucha calma. Esto que te está ocurriendo es pasajero, seguro... igual que un pequeño y molesto resfriado: en unos días se te pasará, lo olvidarás.

Concéntrate y repite conmigo: No te estás enamorando, no te estás enamorando...

martes, 28 de julio de 2009

Premonición

Esta mañana he advertido que hace ya algunas semanas que te vienes escapando por las noches. Ahora, en tu lugar, sueño con dogos parlantes y pepitas de oro. Esta mañana he sabido que finalmente escogiste un lado de la cama porque ya no duermes solo. Quizás por eso tus ausencias nocturnas y tus silencios de día. Ahora tienes quien te sueña, pero sin agua de por medio.

miércoles, 22 de julio de 2009

Aniversario

Seis meses y ahí siguen mis pequeñas cosas empacadas, todas vírgenes e inmaculadas, como si acabaran de llegar. Se niegan a obedecer, a adaptarse a los nuevos tiempos. Dicen que no cesarán hasta que el bueno de Mr. Hyde se anime a protagonizar otro de sus episodios disociativos. Dicen que se sienten estafadas y protestan desperdigándose por el piso, despertándome a media noche con desafinadas y espontáneas caceroladas reclamando su dosis de Nuevos Aires. Revolucionarias… ¡de dónde habrán sacado esas ideas!

Tomo asiento, me remango la camisa y también los bajos de los pantalones e intento negociar… Tienen que entender: no habrá más adioses por ahora. Se agotaron las minas de plata y es tiempo de batirse el cobre. Aunque, tampoco les culpo, yo también echo de menos los moluscos acidulados al compás de Michelle, los golpeteos percusionados y las cuerdas punteadas de sus dedos sonrientes… yo también extraño la felicidad.

La señorita del todo guardado y escondido en compartimentos se tropieza día y noche con ese reloj que no tenía, con esos planes que no hacía y con esa cicatriz desordenada de la pierna izquierda que parece más grande desde que volvió.

jueves, 23 de abril de 2009

Mi milagro favorito

Murió de repente un día o quizá de noche, aunque probablemente fuera al amanecer pues le gustaba viajar por las fronteras y no consentía que nada sucediera al azar, ni siquiera, y sobre todo, su muerte. Se fue sin avisar, sin despedirse, sin hacer apenas ruido, del mismo modo en que vino. Murió y no le importó, pues lo que le aguardaba tras ese último aliento moribundo que desprendía imparable el hedor a muerte enferma, fue lo más bello que le ocurrió en vida. Se reencarnó en lo único que como ser humano fue capaz de amar incondicionalmente sin reservas ni vergüenza. Él se transformó en ella y, tal como fue su deseo, nunca fue pronunciada. Cubrió por entero su alma con tinta espesa y negruzca y vistió miles de páginas blancas con su traje de luto, impregnándolas de sensualidad y sabiduría. Murió y se volvió palabra.

miércoles, 1 de abril de 2009

Una ciencia inexacta

A veces, por más que uno quiera, por más que uno lo intente, uno más uno no suman dos, sino cero. Un cero pelotero. Un cero tan grande y ovalado como un campano. Te quedas mirándolo, primero con un ojo, luego con el otro, preguntándote dónde demonios andará el error en una operación tan sencilla... entonces repites el ejercicio, no vaya a ser que te hayas equivocado, pero ya puedes sumar esos unos tantas veces como quieras que el resultado nunca será dos.

Y es que hay unos que vienen, cogen lo que quieren y después simplemente se marchan, dejándote solo en medio de un espacio vacío y teniendo encima que cargar con su ausencia como única compañía. No es que sorprenda, pero sí resulta algo molesto. Y es que al despertar tus principios se han vuelto del revés y acabas tomándola con lo primero que encuentras a tu paso en un intento por reafirmarte que, por supuesto, resulta completamente inútil. Y te preguntas por qué has pasado otra noche más poniendo buena cara a unas normas que tú no escribiste y cumpliendo con un protocolo de buenas prácticas sociales más propio de un sistema de engranajes mecánicos que de uno interpersonal.

Y para colmo ese día acabas con un terrible dolor cervical porque a la pregunta de por qué te quedas mirando a la nada con el ceño fruncido, lo único que se te ocurre es encogerte de hombros. Y es que cuando te hacen sentir como un cerapio, bastante tienes con ser y/o estar como para encima tener que justificar la lógica de las razones de tu aparente pasividad.

Sin embargo, hay otras noches en que uno tiene suerte y te nacen un par de costillas moldeadas a tu imagen y semejanza. Entonces, vuelves a sumar y esta vez uno más uno da tres. Y eso sí que resulta sorprendente.

En ese momento te alegras de que esos errores ocurran y de que, a veces, las matemáticas fallen.

sábado, 21 de marzo de 2009

Andares

A veces la gente se me queda mirando por la calle. Será porque me gusta caminar de puntillas. No es que pretenda parecer más alta, cierto es que soy pequeña, pero para eso ya están los tacones. Yo sólo aspiro a que mis pies se habitúen a la falta de contacto con el suelo, por si un día de estos se animan y echan a volar.

jueves, 19 de marzo de 2009

Souvenirs

- Y dinos: ¿cómo te fue por Europa?
- Pues si te digo la verdad, ha sido un viaje inolvidable. He traído un montón de recuerdos conmigo.
- ¿Qué son? ¿Fotografías?
- ¡Qué va! Creo que el tipo las tiró al tacho para que su mujer no las viera.
- ¿Pues qué trajiste entonces?
- Algo... cómo diría yo, más personalizado. Ya sabéis, lo tradicional de allá.

La adolescente se levanta la falda del vestido y muestra una a una las cicatrices rojizas sobre su piel tersa y morena. Después, se lleva la mano al vientre aún liso y dibuja un arco esférico, prominente.

- ¿Otro más? Mira que éste es el tercero ya…
- Bueno, con el próximo rubio tendré más suerte, seguro.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Nuevas sensaciones

Ayer sufrí mi primer ataque de pánico. Me sorprendió en plena calle, entre excavadoras excavando, bocinas bocinando, perros ladrando y niños llorando; en definitiva, en medio del caos urbanístico de Madrid. No sé cómo pude contenerme y no me cargué a nadie, pero de haber tenido un coche ni lo habría dudado: volantazo a la derecha, invasión de la acera y algunos peatones y mi angustia volando por encima del capó. Por lo menos dos o tres. Pero claro, no conduzco, ni siquiera tengo carné, y por eso he terminado en esta sala de urgencias amarrada a un gotero y con mis absurdas desgracias a la intemperie, porque no poseo un vehículo motorizado.

Ayer salí a pasear porque hacía sol, porque cuando camino puedo pensar tranquilamente y porque no tenía absolutamente nada que hacer. Sin embargo, por razones que desconozco y que habrá de explicarme mi psicólogo, lo que debía haber sido una estupenda tarde primaveral acabó convirtiéndose en una aversión irrefrenable hacia todo bicho viviente. No creáis que no intenté calmarme antes de que me diera el susodicho tabardillo. Me detuve en una plaza y realicé ejercicios de relajación, me abalancé sobre la primera librería que encontré a mi paso e incluso me metí en una iglesia... pero al cruzar la calle un desconocido civilizado me pitó con el claxon y no se me ocurrió otra cosa que pararme en medio del paso de cebra y ponerme a gritar. Grité todo lo que mis pulmones de fumadora social y asocial me permitieron. Grité, y al terminar planté el culo en plena Gran Vía y me puse a llorar. Debí dar un fabuloso espectáculo porque la ambulancia y la policía se presentaron a los diez minutos.

Ahora estoy aquí, tan feliz y tan tranquila, con mi nuevo mejor amigo el señor gotero, que hace que de mi boca aflore esta sonrisa de anuncio de dentífrico. Estoy aquí, tumbada, pensando en cómo salir sin levantar sospechas. Hace mucho tiempo que no piso un hospital, así que espero que no se les haya ocurrido la brillante idea de instalar frente a las puertas automáticas algún tipo de maquinita detectora de fármacos. Estoy segura de que cualquier abogado de oficio preferirá que haya reemplazado el carné de conducir por un bolso repleto de ansiolíticos.

domingo, 15 de marzo de 2009

(Sin título)

Empiezo por los dedos pintados de tus pies.
Avanzaría lentamente,
pero se ha hecho de día y estás por irte.
No hay tiempo.
Poco más de media hora.

Corro hacia el ascensor que lleva hasta tus nalgas.
Las desvisto al tiempo que mi mano repasa las vértebras de tu cuello.
Ignoro lo que pasa en tu cabeza.
¿Pero qué importa cuando el cuerpo responde cautivador a cada embestida?

Boca arriba, boca abajo.
Mi deseo materializado en fragmentos de piel blanca
que acarician la marca de tu bikini navideño
iluminando un pubis multicolor.

Cómo, dónde y cuándo:
será lo que tú quieras esta noche.
Ése es mi regalo de despedida.

Te cojo
y te recojo el pelo enmarañado,
las piernas de sirena bípeda,
las caderas de bailarina.

Placer disuelto,
licuado,
efervescente,
espumante,
infinito,
indefinido.

Llega un amanecer de treinta y cinco grados
a la sombra de unas sábanas impregnadas de oxitocina.
Y me bailas desnuda sobre la cama maltrecha.

¿Cuántas van esta noche?
He perdido la cuenta.
Pero te lo pido una vez más:
esgrímelo con fuerza,
enarbólalo sin dejar escapar una gota.

Después,
te dejo marchar,
te veo cerrar la puerta
y no soy capaz de enjugar tus lágrimas hemisféricas,
nostálgicas de sur.

sábado, 28 de febrero de 2009

Adivina adivinanza...

Y tal como vino se fue.

(Solución: LCOTUAORTNO)

Demasiado café.
Demasiados anónimos.
Demasiadas reflexiones de usar y tirar.

¿Si aflojo un poco las ojeras y dejo de rascarme según me pica, volverás?
Venga... di que sí!!

lunes, 23 de febrero de 2009

Mamá, quiero ser artista - (Primera parte)

Cómo acabé inmersa en esta pantomima circense es algo que, a día de hoy, aún no tengo muy claro. Yo juraría que todo empezó siendo un ingenuo juego de niños pero, en algún momento durante la madrugada, la inocencia se me escapó de las manos y salió corriendo. Supuse que la muy boba andaría jugando al escondite entre las fauces de alguna de las fieras (siempre le gustó el sabor de un buen chute de adrenalina), así que fui a buscarla creyéndome que en este espectáculo yo formaba parte de la cuadrilla de las domadoras. Sin embargo, al cerrar las rejas de la jaula advertí que, en realidad, los del circo me habían tomado por una marioneta y tuve que enfrentarme a las bestias completamente indefensa, sin látigo. Al no tener a nadie que moviera los hilos que me habían colocado alrededor de mis extremidades, el público creyó que acabaría despedazada al primer mordisco...

(Continuará)

miércoles, 18 de febrero de 2009

Bon apetit!

Para los que alguna vez se han preguntado qué es lo que se cuece dentro de una sopa de letras:

http://www.youtube.com/watch?v=XnMOLZJnCt8

No me extraña que Mafalda saliera corriendo en cuanto veía el plato encima de la mesa.

lunes, 16 de febrero de 2009

Fiesta de disfraces

Sonríe cuando me ve aparecer. Le devuelvo la sonrisa, amplia pero fingida, porque su "amistad" me viene de rebote y hay que mantener las formas, que para eso somos gente civilizada. Proclama a los cuatro vientos su pasión por esta religión del siglo XXI que comprende, acepta y respeta la naturaleza cornuda de las vacas. Ignoro si va a misa o si comulga los domingos así que, por las dudas, yo me limito a asentir con la cabeza; en estas cuestiones la lengua se me enreda y no soy la más indicada para abrir la caja de Pandora. Está claro que el amor y la infidelidad nada tienen que ver con coger el transporte público de vez en cuando, pero si algún día coincidimos en este autobús, lo más probable es que no te levantes para cederme el asiento.

Antípodas

Y al regresar de tan lejos descubrieron que la porcelana estaba toda rota y que no existía pegamento alguno que uniera los pedazos de nuevo. Enterraron la cristalería en la parte trasera de la casa, rezaron unas oraciones por cada uno de los momentos felices que les había brindado y lloraron un ratito abrazados. Volvieron a verse meses más tarde comprando una vajilla nueva y esta vez, al recordar, también hubo abrazos pero ni una lágrima.

jueves, 12 de febrero de 2009

Dualidades

Julián abrió el periódico por la página de los pasatiempos y se dispuso a completar el autodefinido como cada fin de semana.

Horizontal, nueve letras: Antónimo de triunfador.

Ni siquiera tenía que pensarlo, le bastaba con echar un vistazo a su imagen en el espejo para hallar la respuesta. Acto seguido sacó un bolígrafo de su bolsillo y con aparente desgana escribió en mayúsculas: FRACASADO.

A sus cincuenta años no sabía muy bien cómo había acabado sentado en la mesa de aquella cafetería cada día. Echó la vista atrás y se le apareció un chico sonriente e ilusionado con un proyecto de vida apasionante, con un futuro repleto de éxitos y palmaditas en la espalda. Sin embargo ahora, lo único que quedaba de aquella promesa era una réplica absurda y decadente con las manos agrietadas y demasiadas deudas pendientes. Sin apenas darse cuenta, sus sueños de juventud habían pasado a ser exclusivamente eso, sueños que la frustración había transformado en pesadillas que ya no saldrían de entre las sábanas.

Repasaba con tinta las letras de aquella patética palabra y cada trazo actuaba como una descarga eléctrica. La repulsión que sentía hacía sí mismo crecía a cada segundo, insoportable, y tuvo que aferrarse a la silla para no vomitar. A punto estaba de romper a llorar cuando se detuvo un momento en la definición del autodefinido: Antónimo de triunfador, antónimo de triunfador, antónimo de, antónimo… y entonces lo vio. Poco a poco se fue calmando. Fueron desapareciendo los sudores fríos y la palidez de su rostro. Ante sus ojos se le aparecía la verdadera causa de su desgracia. Y es que el éxito de su vida no dependía de él. Estaba abocado al fracaso desde el principio.

Pensó en la dualidad, en el hecho de que cualquier realidad debe su existencia a otra que le es contraria, que refuerza e invalida su esencia al mismo tiempo. La visibilidad de la luz frente a la oscuridad, el concepto de la vida gracias a la existencia de la muerte... Y Julián era un pobre miserable porque en algún lugar existía otro Julián que no lo era. Un doble opuesto que vivía feliz, que tenía éxito profesional y una casa más grande, un coche más grande, una polla más grande. Aquel tipo se follaba a su mujer cada noche hasta tres y cuatro veces en distintos lugares y posturas. Aquel ladrón había viajado por medio mundo cuando él debía conformarse con alguna salida de fin de semana al campo. Y mientras él sentía la constante opresión de una ceñida camisa de fuerza, su antagónico disfrutaba de una libertad que debía ser compartida. ¡Se la habían jugado bien! Le habían condenado a conformarse con las migajas que Julián despreciaba. Ese hijo de puta sin escrúpulos le había dejado sin posibilidad alguna de ser feliz y dormía a pierna suelta cada noche sin pagar los intereses.

Entonces, en esa misma silla donde minutos antes se había sentido culpable por haberse conformado, decidió poner fin a toda esa basura. Lo único que tenía que hacer era concentrar sus esfuerzos en una tarea que sin duda tenía mucho más sentido: buscar a ese cabrón y recuperar a la fuerza todo lo que por derecho le pertenecía. Le propinaría tal paliza que se le quitarían las ganas de robarle de nuevo. Se levantaría de inmediato, ya mismo, no tardaría ni un minuto más... ¡a por él! Aunque, por otro lado, tampoco era cuestión de marcharse con el autodefinido sin acabar... Julián hizo una seña al camarareo y pidió, como de costumbre, su segundo café del día.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Se busca

Nunca quise dedicarme a la medicina profesionalmente, pero siempre me gustó jugar a los doctores. Aún hoy, no sé cómo te enteraste de mis aficiones cuando apenas nos conocíamos y a estas alturas no creo que lo averigüe ya. Tampoco importa.

Recuerdo que te acercaste sonriendo con cierto descaro, sin preguntar siquiera si mi cintura estaba libre y me tendiste un pequeño paquete sin lazos ni tarjeta de felicitación. Era mi cumpleaños. Me habían regalado una flor carnívora, bombones rellenos de café amargo y un libro que nada tenía que ver conmigo. Fue toda una sorpresa abrir tu cajita y encontrarme un pequeño bisturí, precioso y excitante. Perfecto. Aquella noche decidimos probar su filo y en el mismo instante en que un trozo de tu cerebro se desparramaba por la herida abierta me enamoré de ti. Vivimos tristemente felices durante unos segundos y después desapareciste alegando locura transitoria por una extranjera de pelo rojo. Anduve un tiempo buscando desesperadamente el tinte correcto para que volvieras, pero no fui capaz de encontrar uno de mi talla y acabé vagabundeando con los brazos teñidos de azul y las piernas color verde limón. Recorriendo las calles encontré palabras tuyas pronunciadas por labios ajenos, pero las disecciones nocturnas se reducían a meros cortes superficiales... y es que los sujetos corrían a taponar la herida en cuanto veían una gota de sangre.

Viéndome incapaz de hallar un cráneo que satisficiera mi particular modo de ver las artes amatorias, decidí que lo mejor que podía hacer era emplear mi querido instrumento para extirparme el lóbulo frontal. O eso, o me hacía monja hasta nuevo aviso. Y teniendo en cuenta lo caro que está el mercado inmobiliario en estos días, un cuartito en un convento con régimen de media pensión se me antoja la mejor opción posible.

lunes, 9 de febrero de 2009

Evacuación

¡Qué alivio esta mañana al tirar de la cadena! Ya creía que iba a tener que llamar al fontanero para que me arreglara las tuberías, pero ni siquiera he tenido que recurrir a la escobilla para evitar que abrieras la boca. Te dije adiós en silencio y sin remordimientos. Aunque he de reconocer que no he podido evitar sonreír mientras el agua te arrastraba por el desagüe de mi inodoro.

martes, 3 de febrero de 2009

Ultimátum

Este invierno está enfermo. Llevo ya muchos años paseando por el barrio y nunca lo vi así de pálido. Tiritando todo el tiempo y venga a llorar… Dice que no tiene ganas de hablar; y tal vez sea mejor así, porque cada vez que abre la boca es para soltar improperios en forma de cubitos de hielo. Ayer intenté razonar con él pero creo que no ha servido de nada y es que lo único que me dijo fue que bajara a comprarle otro paquete de kleenex, que todavía le quedan mocos para un rato largo…

“Mira, no se puede ser tan terco, así no vas a hacer amigos. Seguro que algunos lo estarán pasando de miedo bajo las mantas, pero otros preferimos andar por la calle haciendo el cabra sin más abrigo que una minúscula hoja de parra entre las piernas. Te doy un mes, pasado ese tiempo, no te sorprendas si aún siendo atea me encuentras arrodillada a los pies de la cama rezando para que la diosa Primavera te eche a patadas de mi casa.”

martes, 27 de enero de 2009

Insomnio

Llevo semanas sin poder dormir. Un silbido recurrente importuna mis oídos. No estoy segura de si es el viento que azota la península estos días o mi conciencia que se revela ante la inmundicia que esconden las enaguas de este (des)orden mundial. Los periódicos dicen que el país está sufriendo lo que en meteorología se denomina “ciclogénesis explosiva”, pero cuando enciendo la tele me parece que lo que cae del cielo es más bien una lluvia de necios degenerados. Yo espero que el tipo de la toga y martillo sepa cómo capear el temporal, porque si no vamos a tener que recurrir al de la guadaña. Y eso, señores, lleva más tiempo y no está bien visto.

martes, 20 de enero de 2009

Ladridos de una infancia

Creció entre sábanas de esparto y manos desnudas que no conocieron el suave tacto aterciopelado de unos guantes. Con tanto discurso atronador no daban ganas de quedarse en la cama. Ni siquiera los domingos. A veces se escapaba de noche, cerrando la ventana con cuidado y volvía horas después con todo el sigilo que sus pies alcoholizados le permitían. Intentaba pasar desapercibido, pero de vez en cuando, ella rompía el silencio para subirse a una silla a enseñar sus vergüenzas. Él la observaba, pequeñito desde su esquina preferida y soñaba con que ella dejara de levantarse la falda. Tiempo después pensó que ojala él también se hubiera atrevido a bajarse los pantalones... de haber gritado juntos, quizás hubieran recibido más abrazos.

viernes, 16 de enero de 2009

Última hora

La noticia apareció en las portadas de los principales medios de difusión nacionales e internacionales. Y no era para menos. A sus 60 años, José Antonio de las Heras, considerado uno de los empresarios más prósperos e influyentes del país, había donado la totalidad de sus compañías a diversas asociaciones independientes de países en desarrollo.

Nacido en el seno de una familia de clase baja, “El hombre que se hizo a sí mismo”, tal como se le conoce en el ámbito corporativista, nunca tuvo oportunidad de recibir una educación, hecho del que solía vanagloriarse. Su biografía profesional fue objeto de estudio por numerosos economistas y sus técnicas comerciales se enseñaban en las principales universidades. Ejemplo a seguir para las nuevas generaciones, levantó un gran imperio basado en ideas revolucionarias de libre mercado que le reportaron enormes beneficios en tiempo récord. Su amistad con grandes personalidades del mundo político le permitió dirigir con mano de hierro y disciplina prusiana al colectivo sindical, que le tachó de opresor corrupto, despótico y autocrático.

“Nos encontramos ante un acontecimiento sin precedentes; una reconversión propia de una revelación divina”.

Se ha abierto todo un debate acerca de las causas que han podido inducir al próspero y poderoso magnate a cometer una excentricidad semejante. Sus hijos no han descartado emprender acciones legales contra lo que consideran se trata de un evidente caso de enajenación mental: “Es sencillamente inaceptable. Una persona en su sano juicio no actúa en contra del bienestar de su propia sangre”. Horas después de hacerse pública la noticia, la familia contactó con el doctor Cameron, ilustre eminencia de la psiquiatría moderna, para declararle incompetente.

El empresario ya fue noticia hace unos meses por su reciente matrimonio con Margarita Ríos, historiadora y conocida activista de diversas organizaciones. Varios miembros de su gabinete manifestaron que, tras la ceremonia, comenzó a actuar de forma extraña: “La influencia perniciosa que ha ejercido sobre él es innegable por lo que, de confirmarse su indiscutible desequilibrio mental, nos encargaremos de que recaiga sobre ella todo el peso de la ley”.

Les remitimos a continuación la única declaración que se ha podido obtener del ya ex-empresario. Juzguen ustedes mismos: “Estaba ciego y ahora leo”.

martes, 13 de enero de 2009

A quienes corresponda

No me preguntéis cómo sucedió todo porque apenas lo recuerdo. Es lo que tienen los secuestros, que se producen en mitad de la noche, cuando a una todavía le cuelga la legaña del ojo y aprovechan tu estado de aturdimiento y desorientación para ponerte la capucha con tanta rapidez que ni tiempo tienes de despedirte de las plantas. Aparecí horas más tarde en una habitación pequeña pero muy acogedora. Todo acabaría pronto si colaboraba. Eso dijeron. Nada más. Y minutos más tarde se presentó aquel tipo portando un hacha afilada. Empezó con el pie derecho, seccionando con cuidado. Se apreciaba por los cortes que tenía experiencia, diría incluso que rebanaba con cierta delicadeza; y cuando terminó con uno pasó al otro. Hasta ese momento yo había permanecido quieta en la silla, pues siempre los consideré prescindibles para mis operaciones aritméticas, pero es que luego quería también cercenar los de las manos. Y claro a eso tuve que negarme en rotundo:

- Mira, de haber venido antes, yo te los habría dado sin rechistar, al menos los de la izquierda, pero es que casualmente ahora necesito los de ambas manos. Y es que cuando me pongo a contar las personas en las que puedo confiar, los dedos de una ya no me bastan.

Gracias a todos los que, a pesar de mi evidente y recién estrenada cojera, no habéis pedido el libro de reclamaciones.

lunes, 12 de enero de 2009

Un rayo de sol

Carlos nunca ha dado muestras de su optimismo ni tampoco de su fe en la posibilidad del cambio. Discreto y prudente, imagino que ha guardado el secreto de sus creencias a la espera de que se revelara el milagro manifiesto. Y es que como suele ocurrir con estas cosas, la procesión va por dentro.

A Carlos le encanta cocinar y por ende ir al mercado de abastos del barrio. Nunca hace una lista de la compra por miedo a que sus expectativas no se cumplan; y además se conforma con las opciones que le ofrecen los dependientes de los puestos en lugar de comprar lo que quiere. Así que se ha pasado la vida comiendo manzanas Golden, esas amarillas tan sosas, cuando en realidad prefiere las de variedad Smith, verdes y ácidas. Y lo mismo le ocurría con los tomates, las patatas y las lechugas. Su frigorífico se convirtió en un almacén de frustraciones recubiertas de moho. Tras años de fallidos intentos de modificar su conducta, como amiga suya que soy y que por tanto da consejos inútiles aunque no se los pidan, le recomendé que empezara a comer fuera de casa. Pero como os he dicho, Carlos cree en el cambio. Tiene esperanzas. Y yo también: y es que por vez primera le he visto salir del mercado con las bolsas vacías.

viernes, 9 de enero de 2009

Demodé

Estoy harta. Todos los días igual. Cada mañana, voy a desayunar a la cafetería que hay frente a mi casa y cada mañana el camarero se confunde y me sirve algo que no he pedido. Yo nunca digo nada; y es que veo al hombre tan atareado poniendo desayunos que me da pena decirle que, en realidad, lo que yo quiero es un café. No me importa que se equivoque con los churros, las porras también me gustan, pero tener que tomarme una caña a las 8 de la mañana cuando en la calle está nevando empieza a afectar seriamente a mi salud.

A veces pienso que lo hace a propósito y que se divierte viéndome sufrir. Pero no consigo hallar una razón lógica que justifique dicha mezquindad, sobre todo teniendo en cuenta que apenas nos conocemos y sería absurdo que me guardara rencor.

Cabe la posibilidad de que no me exprese con la suficiente claridad o que sea un poco duro de oído y que con tanto ruido de fondo no entienda la comanda. Pero muestra tanta seguridad cuando me planta la cerveza encima de la barra que me da la impresión de que la equivocada soy yo. Además he comprobado que al resto de clientes no se les queda cara de imbécil cuando reciben su pedido.

Así que esta mañana, como había poca gente en la cafetería, me he decidido a preguntarle y casi me caigo al suelo redonda cuando me ha contestado.

Al parecer la expresión “me pones un café” ya no se emplea para designar lo que de toda la vida de dios se conocía comúnmente como “quiero un café”. En mi ausencia ha surgido una nueva acepción y lo que ocurre es que ando desactualizada. Ahora, si pides un café el camarero te pone simple y llanamente lo que le salga del pito.

En fin, que esta tarde he tenido que comprarme una nueva edición del diccionario para evitar malos entendidos en el futuro.

Me he quedado muerta al comprobar que la mayoría de las palabras que se utilizaban para expresar un concepto relativo a los distintos estados afectivos han adoptado nuevos significados contradictorios que se entremezclan en las oraciones sin ninguna lógica. Ahora lo que se lleva es una sintaxis rebosante de paradojas y absurdas incongruencias. Así que imagino que el "tengo ganas de verte" significa ahora "me importas una mierda".

Tendré que ponerme al día.

jueves, 8 de enero de 2009

Dilema matutino

No sé si llamarte o tirarme un pedo...
Lo pensaré mientras hago pis.